El tiempo es el único recurso verdaderamente limitado y no renovable y el más valioso recurso que disponemos los seres humanos. A diferencia del dinero, que puede ganarse o perderse, y recuperar si uno es espabilado, el tiempo fluye inexorablemente y no puede recuperarse. Cada instante que pasa es único e irremplazable. Esta escasez confiere al tiempo un valor incalculable.
El dinero, aunque importante para asegurar nuestro confort y seguridad material, solo tiene valor por lo que nos permite adquirir o lograr. Al final, es el tiempo que dedicamos a nuestras pasiones, a nuestros seres queridos o a nuestro desarrollo personal lo que da sentido a nuestra vida, no la acumulación de riquezas.
Las relaciones, por su parte, son esenciales para nuestro desarrollo y felicidad. Sin embargo, requieren tiempo para construirse y mantenerse. Sin tiempo para dedicarles, incluso las relaciones más preciadas pueden deteriorarse. El tiempo es, por tanto, la base sobre la que descansan nuestros vínculos afectivos.
El tiempo y el dinero, son efímeros y van unidos de la mano, y ellos dos, sin las relaciones humanas no existirían como tal. Ya son efímeros por si solos, imagínate sin una relación humana, no una relación (ratio), entre tiempo y dinero.
La ratio (relación entre), dinero y tiempo, sería un 80% de tiempo y un 20% de dinero, si aplicáramos la ley de Pareto.